lunes, 13 de diciembre de 2010

RETORNO DEL MAS ALLÀ


Que placer sentí mientras estaba en aquel lugar. No había angustia ni miedo ni ansiedad ni desolación ni recor ni recuerdos tristes. Cuando llegué ahí, mi ser era de una liviandad tal que aun sin gravedad no flotaba, aun sin sol había luz, aun sin tierra había flores hermosas. Sentí que pertenecía a aquel lugar, no era extraña para mí su atmósfera ni su paz. Sabía a donde conducía aquel camino ancho por el que mis pies se deslizaban suavemente, y esa sensación de caminar sobre aquella piedra marmórea no me era desconocida. Mi corazón latía de una manera diferente, y mi sangre se movía con un sentimiento como el del amor. Fluía dentro de mi cuerpo y me producía un estado de especial sentimiento amoroso. Si. Sentía el amor fluyendo en mí. Y mis ojos veían todo aquel paisaje y yo sentía que amaba indescriptiblemente aquel lugar.



Continué un tiempo imposible de medir en aquel recorrido. Cuando llegué a la catarata de luz, sentí que mi alma era absorbida con una suavidad maravillosa. Y fui la luz. Y ella me permitió recorrer mi vida sin dolor. Como una fugaz película que al tiempo que me veía dentro de ella podía comprender a todas las personas que había conocido, y sentir que los amaba sin medida. Cuando esa visión acabó, la luz se fue apagando suavemente.



Cuando el médico quitó el respirador artificial abrí mis ojos. La luz de la lámpara del techo de la habitación lastimó un poco mis pupilas, que habían permanecido cerradas, según supe muchos días.

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