lunes, 9 de abril de 2012

MIS COLIBRÍES

MIS COLIBRÍES




Hace ya varios años que encontraron mi jardín y se prendaron de unas tumbergias que se deslizan del techo de una terraza donde solemos juntarnos a compartir con mi familia. Las flores se van trenzando con una perfección que solo la naturaleza posee y van cayendo en hilos verticalmente, donde ellas se van colocando de la mayor a la menor. Son de un intenso color amarillo con bordes corintos y todas sueltan gotas de miel, la cual retienen en su interior tan abundantemente, que aquella que no es bebida por los colibríes, termina en el piso del comedor.



Desde muy temprano al amanecer, escucho su característico zumbido, producido por su aleteo vertiginoso que los hace sostenerse mientras con su pico extraen la miel que los atrae. Entonces, mientras voy despertando, los veo a través de la vidriera de mi puerta. Son maravillosos. De varios tamaños y colores según la especie a que pertenecen. Desde los pequeñitos de apenas una pulgada y de un hermosísimo color verde esmeralda, hasta unos más grandes, menos agraciados en el color, pero igualmente interesantes.



Pocas veces se posan en alguna parte; siempre están manteniendo el equilibrio mientras vuelan a una velocidad increíble, la cual consume tanta energía que necesitan reponer con su alimentación y es a través de las mieles de algunas flores que lo obtienen. Las tumbergias son unas de sus favoritas.



Los colibríes han venido a ser parte de los regalos que la vida me está obsequiando en esta etapa, donde el trabajo ya no ocupa la mayor parte de mi día, y me puedo permitir ese placer de estar parte de mi tiempo en una casa de campo, la que se enclava en una pequeña aldea fuera de la ciudad, en medio de dos montañas con extensas fincas cafetaleras, del imponente y majestuoso volcán de Agua y sus vecinos, que aunque de menor tamaño, tienen su propia belleza e interés: Acatenango y Fuego —siempre en erupción y soltando su voz atronadora—, formando con el humo enormes hongos de diversa forma y tamaño.



Esta zona aun goza de una vegetación rica en flora y fauna; a ello se debe que en mi casa pueda gozar de ese maravilloso privilegio de despertar con el zumbido de los ahora denominados “mis colibríes”.

lunes, 19 de diciembre de 2011

FLORES DE MI JARDIN








FOTOS DE OTROS FOTOGRAFOS CHAPINES DE MI BELLA GUATEMALA










MI BELLA GUATEMALA


















PESEBRES CHAPINES

Aunque salvo de entrada la distancia entre el niño Jesús y nuestros niños nacidos en paupérrimos lechos, talvez en peores condiciones que el pesebre que cobijara a ese ser que dividió la historia en antes y después de El; quiero hacer una semblanza a nuestros niños que hoy, ante la indiferencia de la sociedad de la que formo parte, nacen a diario en este país, en otro tipo de “pesebres”.



No nos estremece el corazón que esos niños llegan de madres que no se han alimentado lo suficiente, ni antes ni durante la gestación, y por ello llegan al mundo en condiciones de alto riesgo, con taras, con deformaciones genéticas, propensos a una muerte en su primera edad. No nos estremece que ellos carecen de ropa decente y apropiada para soportar los climas donde empiezan a vivir.



Esos niños nuestros, no reciben la visita de pastores y ovejas que les den la bienvenida, ni calor humano ni calor animal. Mucho menos reciben una visita de santos reyes con regalos de oro y mirra. No. Nada de esto les es otorgado.



Muchas de esas criaturas nacen en los ranchos con pisos de tierra y rodeados de toda clase de insalubridad, moscas y otros bichos como parte de la decoración; nada comparado con lo que adornamos los nacimientos que elaboramos en honor del Grande entre grandes.



Entonces me llega un sentimiento de culpabilidad. Porque al final todos somos responsables de tener en esos “pesebres” a nuestros niños de hoy. Y creo que podemos empezar a redimirnos con actos tan básicos, pero tan importantes: no participemos de la terrible lacra social que hoy nos cubre: la impunidad. No seamos partícipes del robo de los recursos del estado que no llegan a cubrir a esos niños como debe ser. No seamos admiradores de aquellos que con descaro y alguna habilidad, se llevan a su bolsillo los fondos del presupuesto nacional asignados a obras que, de ser realizadas, contribuirán a que no tengamos más esos nacimientos tan denigrantes. No tengamos miedo de decir “NO” a los que nos incitan a ser socios de sus negocios turbios. No temamos quedarnos sin trabajo por ser honrados. Cumplamos con lo que nos corresponde y así veremos en poco tiempo que van a desaparecer del escenario esos pesebres llenos de moscas y malolientes que cobijan a nuestros niños. El Niño que nos enseñó las virtudes del amor, de la integridad, de la verdad, de la solidaridad, de la paz, hará su parte si nosotros hacemos la nuestra. ¡Bienvenido sea nuestro Niño Jesús!



Doris Strems

Dic. 2011

martes, 20 de septiembre de 2011

A DONDE VAN LAS MENTIRAS DE AMOR

Dejé perdidas en el camino de la vida, las ilusas horas

Esas donde reinaban las alucinantes mentiras

Que aquella mente perturbada me decía cual verdades

Y que yo fingía que las creía en medio de sus veleidades.









Me pregunto en esta hora que la alumbra ese lucero

Que en diciembre resplandece en el cielo azul pizarra

¿En qué lugar del universo se desvanecen las mentiras

Que se dicen entre mil besos mientras se consumen las ansias?



¿Cómo se diluyen las falsas palabras que se dicen

Fingiendo alcanzar el punto profundo de un alma

Cuando es tan solo el disfrute de un cuerpo

La verdadera intención de ese encuentro?



¿Quien podrá enseñarme ese lugar

E ir a buscar en él todas las mentiras que dijiste

Con ellas jugar a que eran verdades

Y consolar a mi corazón agonizante?