miércoles, 26 de agosto de 2009



ANTES DE DORMIR



Cumplo el ritual de cada noche


Con cierta indolencia serena


Autómata ante ese fiel espejo


Que no cesa jamás su soliloquio


Hablando sin descanso y a su antojo


Lo que sabe de mi ser,


Aunque reconozco que es discreto.


A nadie que no sea yo, va con el cuento.



Hoy tienes bolsas bajo de los ojos,


Me dice, están violáceas, continúa.


Me veo en él con indiferencia.


Sí, le digo, pero son pasajeras.


Mañana, después de que esta noche duerma,


Habrán desaparecido por completo.



No, me replica.



Le escucho, porque continúa su observación


Implacable, pues él no puede mentir:


Además hay muchas nuevas arruguitas


En el contorno de tus labios, ojos,…


Los veo y sí, ahí están delatando mi edad.


Que importa, si el maquillaje oculta


Tanta cháchara del tiempo,


Le digo con sarcasmo, retándolo.



Que tal si en lugar de cubrir esas realidades


Me dejas ver más adentro de tu cara,


Sabes que también ahí puedo yo entrar…


Le miro en absoluto silencio, fijamente,


Sintiendo su penetrante mirada hasta mi alma


Que se ha vestido con mis ojos.



Nada me importan los murmullos del tiempo


Ni que manifieste su paso en tu rostro,


Es algo que no me hiere ni me inquieta.


Cada día, lo bendigo antes de dormir


Agradecida del regalo de haber vivido,


De haber tenido unas horas de aprendizaje,


Entre la risa, la felicidad, el dolor y el llanto;


Que cada día trae su propio encanto.



Así le habla mi alma a mi espejo fiel:


No tengas temor de continuar hablando,


Es tu rol decir siempre la verdad.


Para ello, a mí, Dios me ha otorgado


Sabiduría suficiente para escucharte siempre


Y agradecerte tu sinceridad.



Me voy a dormir y ese espejo queda en silencio,


Mientras sobre mi cama mi cansado cuerpo


Reposa suavemente y el sueño llega


Para transportarme a ese mundo incomprensible

Donde no hay espejos ni arrugas del tiempo.

martes, 25 de agosto de 2009

LA RELATIVIDAD DEL VALOR

LA RELATIVIDAD DEL VALOR.

Subió de último a la camioneta atestada. Se sentó como pudo en la tercera fila atrás del piloto. Le quedó la frondosa nalga derecha al aire. El bus arrancó entre los gritos del brocha que empezó a cobrar. Cuando iba a medio bus, el joven sentado atrás del piloto y otros dos en la parte de atrás se pararon y desenfundaron las pistolas:
—Nadie haga nada, esto es un asalto.
Tenían amplia experiencia. “Lo de valor, rapidito”, le dijeron. Los miró y se abrió la blusa y se desparramaron los inmensos senos. El disparo fue certero.