lunes, 6 de julio de 2009


EL GUSANO QUE OCULTABA UN HADA


Yo tenía apenas unos seis años. Como toda niña a esa edad jugaba con mi imaginación al carecer de juguetes y más aun de un televisor. Mi casa era pequeña, ubicada en la parte más pobre del barrio. Era yo la única niña en la cuadra. Así que no tenía con quien jugar, excepto con mi hermano, dos años menor que yo. Entonces inventaba que jugaba con otras niñas. Pero un día ya no tuve necesidad de inventar nada. Yo estaba en el patio, donde había un enorme árbol. Mi abuela me advertía que me quitara de ahí porque en el tronco del árbol había unos enormes gusanos negro verdosos, peludos, horribles. Pero a mi no me asustaban, y además sentía algo muy especial cuando me recostaba en aquel gran tronco. Pues ese día especial, cuando me senté en mi lugar preferido, observé uno de aquellos gusanos y algo en él era diferente: tenía dos alas transparentes y aleteaba con dificultad. Con mis pequeños dedos y con todo el cuidado del mundo, tomé el gusano y lo posé en la palma de mano izquierda. Entonces aquel feo gusano se transformó en una diminuta hada. Tan pequeña que se quedó ahí en la palma de mi mano.

Cuando batía sus alitas, se producía un tintineo imperceptible al oído humano, pero yo podía escucharlo. La acerqué a mi rostro para verla mejor. Tenía una hermosa cara, como de un ángel:

—¿Cómo te llamas? —le pregunté suavemente.
—Soy el Hada Arlina — ¿Y tú?
—Me llamo Linda María y todos me dicen Lindamar.
—Tienes un nombre muy hermoso.
—¿Qué hacías dentro de ese gusano horrible?
—Ese gusano no es horrible, son las personas y sus ideas las que transforman las cosas bellas en feas o viceversa. Las cosas solo son.
—Pero el gusano hace daño a las personas si éstas lo tocan.
—Porque se siente invadido en su espacio. Si solo lo observas, él será simplemente un gusano trepando su árbol, buscando su alimento.
—Pero ¿Cómo eras antes un gusano y ahora eres un hada?
—Porque tengo el poder de ocultarme cuando no quiero ser vista. Como se que las personas rehuyen de los gusanos, me escondo muchas veces dentro de uno de ellos.
—¡Pero te pueden pisotear para matarte!
—Sí, pero yo puedo leer sus pensamientos y así puedo pasar de un gusano a otro. También me puedo ocultar en una flor o en un pájaro.
— ¡Ah! Me gustaría ser un hada como tú.
—Puedes, si aprendes como hacerlo.
— ¿Tu me enseñarías?
—Por supuesto. Mira: primero cierras tus ojos. Entonces, le pides al Hada Mayor del Universo, madre de todas las hadas, tu deseo. Si ella ve que tu corazón es bueno, te concede el deseo. Y al abrir tus ojos, eres una hada con alas, como las mías y puedes ir a muchos lugares que ni te imaginas.
— ¿Puedo pedir mi deseo en este momento?
—Hazlo.

Arlina dijo que debía tener un corazón bueno. Pensé que talvés mi corazón no fuera totalmente bueno, porque a menudo peleaba con mi hermano y mi abuela me reprendía muchas veces y me decía que el diablo se iba a llevar mi alma si yo no era una buena niña.

—¿Puedo pedir al Hada Mayor que me permita primero pedir perdón por si tengo alguna pequeña mancha en mi corazón?
—Claro que puedes hacerlo. Pero no es ella quien te perdonará esas pequeñas faltas. Sino el Padre del Hada Mayor. Es el dueño del Universo. Solo él puede limpiar los corazones que tengan manchas por sus actos humanos.

Cerré mis ojos, puse todo mi ser en aquel momento mágico. Le pedí al Padre del Hada Mayor que me permitiera convertirme en Hada. Entonces una lluvia de diminutas estrellas cayó sobre mi cabeza. Arlina me dijo que ya podía hacer mi petición al Hada Mayor. Arlina agregó que yo iba a tener un nombre diferente al convertirme en hada: “serás el Hada Cristabel” y salió de mi mano batiendo sus alas como un pequeño colibrí y atrás de ella iba yo, convertida en una hermosa hada de alas transparentes con pequeñas estrellas que brillaban a la luz del sol como diamantes.

Fuimos a unos lugares tan indescriptibles, de rios con aguas de colores cristalinos y donde las flores eran deformas y colores como no hay aquí en la tierra. La música fluía de unas nubes de dorada luz. El tiempo ahí no existía.

—Arlina: tenemos que volver a casa, mi abuela me está llamando, puedo escucharla.
—Entonces solo cierra tus ojos y di tu nombre terrenal y estarás allá donde te encontré.
—Pero ¿podré volver a ser un hada otra vez?
—Sí. Solamente mantén tu corazón limpio. Y ya sabes como se le pide al Hada Mayor el permiso.
—¿Puedes venir mañana otra vez para ir juntas a esos hermosos lugares que me enseñaste hoy?
—Aquí estaré.

Volví a oir que mi abuela me llamaba. Entonces pronuncié mi nombre:
—Lindamar —dije en un suave murmullo.

Ahí estaba el gusano negro verdoso en el rugoso tronco. Le mandé un beso con mis dedos y fui a donde abuela me llamaba.

Durante muchos meses hicimos aquel ritual. De mis viajes al mundo de las hadas les contaré en otra ocasión.


Doris Strems
4 Julio de 2009